martes, 5 de febrero de 2008

4 de febrero de 1992 activó participación política en Venezuela.

Aproximadamente a las 6:00 de la tarde del domingo 3 de febrero de 1992 el distinguido de la Guardia Nacional (para ese entonces) Richard Pérez recibió junto a algunos de sus compañeros de tropa la instrucción que venían esperando semanas atrás: “Llegó el momento, muchachos”.

Dirigirse al parque, el sitio donde se guardan las armas, del Batallón Ramón García de Sena, en la Escuela Paracaidismo de Maracay, para dotarse y reunirse con los demás insurgentes de esa unidad era el primer paso. Luego, cada suboficial, cada soldado, cada oficial de mediano rango, debía ejecutar acciones concretas para llevar a la práctica el alzamiento.

La tarea del distinguido Richard, quien contaba con 22 años de edad, y la de tres soldados que lo acompañaban era la de neutralizar a los ocho oficiales de mayor rango en el batallón, hacerles saber que estaban sometidos a las órdenes e instrucciones de los líderes alzados en armas, apresarlos en el calabozo del batallón Antonio Nicolás Briceño, también en Maracay, y esperar nuevas señas.

“Así lo hicimos”, cuenta, “como a un cuarto (15 minutos) para las 12:00 (de la media noche) nosotros ya habíamos cumplido con la orden. Ya teníamos a los ocho oficiales en el calabozo. Había otro suboficial que estaba conmigo, que había sido el encargado de cortar las comunicaciones en el batallón, y también eso estaba hecho. Lo que nos quedaba era esperar las órdenes, pero como a la 1:30 de la mañana lo que recibimos fue la noticia de que el golpe había fracasado”.

El protagonista de esta crónica asegura que ese fue el primer momento en que realmente sintió miedo. La toma del Palacio de Miraflores, la sede del Ejecutivo, por parte de los hombres que comandaba el teniente coronel del Ejército Hugo Chávez Frías había quedado en el camino y, minutos más tarde, el país se enteraba de los acontecimientos mediante un mensaje emitido en cadena nacional por el presidente de entonces, Carlos Andrés Pérez, a través de la señal del canal del Estado.

No obstante, Richard Pérez y gran parte de los hombres que pertenecían al Batallón Ramón García de Sena, comandados por el teniente coronel del Ejército Jesús Urdaneta Hernández, uno de los líderes del movimiento subversivo, apostaron a la resistencia.

“Intentamos tomar la Base Aérea Libertador de Maracay pero no tuvimos suficiente apoyo. Los que estaban a favor del Gobierno eran más. Como a las 8:30 de la mañana (del 4 de febrero) regresamos al batallón con el comandante Urdaneta Hernández y al rato ya nos tenían rodeados”.

Ante esa situación, que se prolongó hasta la tarde de ese día, el comandante Urdaneta hizo lo propio, según rememora el ex funcionario de la GN. El oficial reunió a los 70 ú 80 hombres que se hallaban replegados con él en el batallón, los mandó a formar en el patio y dejó que los contrarios entraran.

“Eso fue como a las 3:00 de la tarde. Nos desarmaron y nos metieron presos ahí mismo. Dos días después, nos trasladaron al cuartel San Carlos, donde estuvimos como una semana”, sigue contando, aunque esta vez hace una pausa para acotar que “tenía la mente en blanco”.

“No tenía idea, no era que tenía un plan. Yo como que no sabía que todo eso era verdad. Que estaba pasando en verdad. Tenía la mente en blanco”.

Los hombres que acompañaban a Richard Pérez en su suerte fueron disgregándose de una prisión a otra. Luego del cuartel San Carlos siguió una estadía de encierro en el Fuerte Tiuna, en Caracas; allí tuvo lugar el juicio que se le siguió y la correspondiente condena.

“Me sentenciaron a 26 años de presidio bajo los cargos de Insurrección Militar y Traición a la Patria en Primer Grado y me llevaron junto a otros compañeros a la Escuela Superior de la Guardia Nacional en Caricuao, bajo las órdenes de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM)”.

Pese a haber oído de boca de un juez militar que pasaría los siguientes 26 años privado de la libertad, Richard Pérez asegura que él tenía el presentimiento de que algo pasaría. Que vendrían mejores cosas: “Yo no se qué era, pero yo presentía que no me iba a morir en esa cárcel”, vuelve a acotar.

Entre tanto, los familiares de éste y otros protagonistas de aquel osado intento, movidos por el deseo de encaminar hacia otro destino el futuro de Venezuela, no sabían de su paradero, peor, ni siquiera estaban seguros de que vivía.

“Mientras pasaba todo eso, a nuestras familias les decían que éramos desaparecidos en acción. Dos meses después de que me llevaron a la Escuela Superior de la Guardia fue que volví a ver a mi familia. ¿Cómo fue?, bueno, imagínate, duro, pero ya se oían rumores de que había una esperanza para nosotros. De que existía la posibilidad de un indulto”.

El indulto vino de hecho para éste y los 2 mil 357 hombres que participaron en el golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, acontecimiento este que, si bien genera debates y es conmemorado cada año desde diferentes ópticas, sin duda contó en su momento con un abrumador apoyo popular.

Igual a todos los acontecimientos que tejen la historia de un país, de una sociedad, no puede colocarse sobre la mesa de observación aisladamente. Antes del 4 de febrero de 1992 tuvo lugar el estallido social del 27 de febrero de 1989 y sólo nueve meses después otro levantamiento militar intentó deponer a Carlos Andrés Pérez.

Para muestra, aproximadamente un año después del 27 de febrero de 1989 los líderes del primer golpe de 1992 iniciaron la preparación de los hombres que participarían en el mismo: “Yo hice 12 cursos especiales en las cuatro fuerzas (Ejército, Guardia Nacional, Marina y Aviación). De Paracaidistas, de Evasión y Escape, de Enfermería. Nosotros sabíamos que algo se estaba preparando y que tenía que ver con el descontento que había en el país”, evoca.

De cualquier modo, justificado o no el golpe en cuestión, dieciséis años después aquel distinguido de la Guardia Nacional asegura que lo volvería a hacer.

“Seguro que sí. Me canso, y ahora más que nunca porque tengo mayor conciencia política que antes' afirmó.

Richard Pérez comentó que todo lo sucedido a partir de esa fecha cambió notablemente la posición pasiva del venezolano frente a la política.

"La gente estaba como aislada de la política, no participaba. Esa conciencia que los venezolanos tienen hoy en día no fue siempre así. Eso vino después de ese 4 de febrero, aunque muchos no lo quieran reconocer".

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